jueves, 25 de septiembre de 2008

Cenáculo

Por una inquietud de una amiga, que asiste conmigo a un cenáculo, quedó aclarado el origen etimológico y el significado de esta palabra, a continuación...

cenáculo.
(Del lat. cenacŭlum, cenador).

1. m. Sala en que Jesucristo celebró la última cena.
2. m. Reunión poco numerosa de personas que profesan las mismas ideas, y más comúnmente de literatos y artistas.

Tomado del diccionario de la Real Academia Española

A mi edad...

Hace un par de meses estuve en mi visita rutinaria al ginecólogo, quien, explicándome sobre algunas condiciones fisicas me decía “…porque ya A TU EDAD es normal que comiences a…” (escribo esas palabras en negritas, en cursiva y en mayúsculas pues lo escuché con ese formato en mi mente). No recuerdo el resto de lo que él me decía porque ese “a tu edad”, me sonó a sinónimo de:
- Menopausia o perimenopausia
- Señora envejeciente
- Abuelita
- Doña
- Persona muy enferma y achacosa
- Ancianita
- En el censo, el último rango de edad que aparece en la encuesta…

Esa sensación me duró poco tiempo. Me reí muchísimo luego, acordándome que mi padre casi se deprimió un día cuando leyó en el periódico “…atropellan anciano de sesenta años de edad…”. Y le digo tanto al médico como al periodista que cometió ese otro atropello con su falta de sensibilidad que la edad es mental, que doy gracias a Dios porque vivo en un país donde la esperanza de vida de no es de las más altas. Le digo a todos aquellos que piensan como viejos que sigo estudiando música haciendo caso omiso al dicho de “cotorra vieja no aprende a hablar”, que no pienso perder la capacidad de sorprenderme con lo nuevo, que sigo jugando con mis hijos como si tuviera su edad y que no dejaré de montar patines hasta que se deterioren mis huesos.

Sí, a mi edad…

El poder de nuestro ejemplo

Bill Clinton, en la convención de los demócratas, lanzó una frase espectacularmene significativa explicando que lo que más impresionaba al resto del mundo de los Estados Unidos era el “poder de nuestro ejemplo”, más que el “ejemplo de nuestro poder”, refiriéndose a cómo su nación ejercía influencia.

Esta expresión, no sólo se aplica a los Estados Unidos como nación, sino a nosotros como personas. Me pregunto: ¿de qué manera soy o puedo ser ejemplo para mi prójimo? No es fácil adquirir la consciencia de que en cualquier momento, podemos quebrar nuestra integridad con acciones que contradicen los principios que predicamos.

De guía, dejo este pequeño cuestionario:

¿Dices a tus hijos que sean honestos y siempre digan la verdad? ¿Cuántas veces, delante de ellos, has dicho “por favor, si llama Juana diles que estoy durmiendo”, cuando llama esa persona a tu casa?
¿Acaso te quejas de cómo maneja el otro pero cuando te puedes “volar” un semáforo en rojo a las 10:30 de la noche lo haces justificando que es peligroso pararse en esa esquina?
¿Criticas al gobierno por la corrupción sin embargo, cuando traes mercancía de importación te sientes que tienes derecho de subvaluar para evadir impuestos?
¿Acaso fuiste de los que sacaste “chivos” para pasar los exámenes cuando eras estudiante y a tu hijo/a le estás exigiendo que estudie?
¿Vas a la iglesia a rezar y a escuchar la palabra de Dios y te parqueas doble a la salida, impidiendo el paso a otro vehículo que está bien estacionado? Luego sales y criticas al motorista que anda sin casco.
¿Dices que eres responsable y llegas tarde a las reuniones, desperdiciando el valioso tiempo y la vida de otras personas, amparándote en que “la gente es impuntual y por eso yo llego tarde a los sitios”, dándote importancia?
¿Te llamas defensor del medio ambiente y en la empresa donde trabajas te das el lujo de desperdiciar materiales?
¿Criticas a tu amigo porque no puede dejar el cigarrillo pero eres adicto/a a la comida chatarra?

Escribo esto porque no puedo negar que, a veces, me invaden sentimientos de indignación, impotencia y decepción cuando veo esas situaciones en el día a día. Sin embargo, me animan personas que siempre han sido modelo para mí, sé que no todo está perdido y me queda la responsabilidad de emularles y de ser fuente de ejemplo para hacer un mundo mejor.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Especial

Esta mañana me tocaba ir a atender durante dos horas un módulo del Voluntariado Jesús con los Niños en la Feria multisectorial de Expo Cibao. Ya temía el inminente “baño de pueblo” viendo hordas de gente pasar como un río delante del módulo y, mentalmente, me lamentaba el desperdiciar un domingo en la mañana de esa forma, aunque no debía autoreprocharme por mi propia decisión de servir en ese horario. Mi función era la de presentar el Voluntariado, invitar a las personas a ser “padrinos” o patrocinadores con donaciones en dinero para costear los diferentes programas y motivar a la participación de la Caminata por la Vida, en Santo Domingo. Tenía dos alcancías delante para el que quisiera dejar algo, unos CDs de música para vender y un grupo de brochures los cuales los iba repartiendo dosificadamente, sólo a aquellos que mostraban real interés.

Ya tenía un rato lidiando con los pasantes que preguntaban “¿esas alcancías las están regalando?”, a lo que yo respondía “-no, es para que dejen su aporte”… y luego escuchaba el “ahhh!!” y se iban alejando. Veía las gentes circulando, compañeros de universidad que no veía hacía casi veinte años, amigos, niños, jóvenes, ancianos… en eso llegó mi relevo, un voluntario - uno de los poquísimos hombres – que sirven de manera permanente en el mismo Voluntariado y quien, además, supe que pertenece a otra fundación que trabaja con niños con necesidades “especiales”.

Como conozco una de sus hijas, me preguntaba si tenía un niño “especial”, ya que la mayoría de la gente que conozco y que pertenecen a alguna fundación, normalmente han vivido una situación relacionada con la causa con la que se identifican, así que me arriesgué a preguntarle si tenía un niño “especial”. Me respondió, “-yo soy especial”, “- fui profesor de educación física, estudié periodismo en la UASD (la universidad estatal). Ni la educación ni el periodismo me ayudaron, sin embargo, fue la profesión de payaso la que me dio mi sustento”, prosiguió diciendo, “-me di cuenta de que como yo, prácticamente vivía de los niños, debía vivir para los niños”. Concluyó explicándome que daba gracias a Dios todos los días por todo lo que el tenía y lo que entendía que debía dar.

Mi turno se acababa, por lo que debía irme a reunir con mi familia a almorzar. Cuando me alejaba, lo ví, con su sonrisa franca, mostrándole a un niño que pasaba por ahí cómo hacer un barquito de papel. Me golpearon en la mente los siguientes versículos del evangelio de San Mateo, 18 1-5, “En aquella misma ocasión los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: - ¿Quién es el más importante en el reino de los cielos? Jesús llamó entonces a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: - Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. El más importante en el reino de los cielos es el que se humilla y se vuelve como este niño. Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mi.”

Una vez más me di cuenta de las vías que utiliza Dios para hablar con nosotros en la cotidianidad y en los escenarios más terrenales.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Soy “Cato-Cristiana”

El otro día, me reuní con un grupo en el que organizábamos una actividad en la cual queríamos insertar un momento de espiritualidad y discutíamos lo que íbamos a hacer. El punto era que pensábamos que si invitábamos a un sacerdote católico a dar una misa y luego a un pastor protestante para un momento de prédica podía haber personas que no se sintieran a gusto (habíamos escuchado críticas sobre otras actividades realizadas en el pasado). La conclusión era que para respetar la diversidad (ya que en nuestro grupo hay evangélicos, católicos, protestantes y uno que otro testigo de Jehová) uno de nuestros integrantes realizaría una invocación de tipo ecuménica. Había un sentimiento colectivo de miedo a ser “políticamente incorrecto”.

Durante todo el tiempo que se tardó en tomar la decisión, una de mis amigas dijo, “bueno, por mí no hay problema porque yo soy cato-cristiana”, a lo que otra respondió: “y yo, cristiano-católica”, quedando, así, zanjada la cuestión de que realmente no importaba si había personas que desaprobaban lo que hiciéramos con tal de que recibieran el mensaje de que adoramos al mismo Cristo vivo y que, el amor al prójimo no tiene etiquetas ni congregaciones específicas. Nos miramos con cara de complicidad y nos reimos. Pasamos, inmediatamente a continuar los otros temas de la agenda de la mañana.

lunes, 15 de septiembre de 2008

¿Mujer o mujer “maravilla”?

Francamente no creo que haga nada extraordinariamente distinto a ninguna de mis amigas, por lo que, a veces pienso que nos hemos convertido en una generación de mujeres maravillas, o por lo menos, así me siento.

En la época de mi abuela, las mujeres no terminaban la escuela. Era más que suficiente para seguir adelante conocer los rudimentos del buen quehacer doméstico y de la crianza de los hijos, ocuparse del hogar y acudir a la iglesia regularmente, saber rezar el rosario y cumplir con todas las obligaciones “sociales” de la época como acudir a las novenas, fiestas patronales, festividades cuaresmales, los bautizos, primeras comuniones, bodas, entre otros.

Presente, año 2008… Un día típico para mí, hoy:
Por la mañana hago café y me despierto (necesariamente en ese orden porque inicio las incesantes ingestas de cafeína para poder mantener el ritmo), leo el Rayo de Luz, levanto y preparo los niños, les hago desayuno y los despacho para la escuela. A veces Mini reunión con mi esposo sobre los pormenores del día.

Me preparo y voy al trabajo. Dirijo una fábrica y estoy realizando la planificación financiera de la misma (apoyada en una maestría que hice en la universidad cuando ya estaba casada y con un hijo – la segunda nació durante la maestría). Entre una cosa y otra, coordino una convivencia que para el Voluntariado Jesús con los Niños (organización sin fines de lucro en la que sirvo y también formo parte de su directiva). Me encuentro organizando el cumpleaños de mi hija, Isabelle. Como la cosa anda un poco crítica, yo misma preparo las “funditas”, los regalitos, la decoración, las invitaciones, etc. Tengo que hacer una diligencia en el banco, ordenar una transferencia bancaria a un suplidor en el extranjero y realizar unos depósitos. En la fábrica, hoy trabajo con los documentos que deben ser entregados al contable. Realizo una planificación de la tesorería para las próximas seis semanas, rezando para que las previsiones en cuanto a los ingresos de efectivo no se me caigan.

Recojo a los niños en la escuela, incluyendo la vecinita de enfrente. Escucho música en el embotellamiento que se produce en el parqueo de la escuela, respiro profundamente… no puedo caer presa de la desesperación pues ya tengo casi media hora por salir del tapón. Los “educados” padres de los niños que estudian en ese exclusivo recinto escolar se comportan como bestias salvajes a la hora de salir del estacionamiento. Estoicamente doy el buen ejemplo a mis hijos para que ellos puedan entender el concepto de integridad. No insulto, cada vez que alguien me hace una trastada digo “!qué Dios lo bendiga!”, talvez el mundo pueda cambiar un poco de esa forma.

Acompaño a los niños a almorzar, verifico sus deberes y los oriento. Dejo dispuesto el almuerzo de mi esposo, Philipp, a veces no puede acompañarnos pues se queda trabajando en la fábrica.

Preparo mi clase para un curso que estoy dando en maestría, “Finanzas para no Financieros”, mis estudiantes nunca han visto Contabilidad ni Finanzas, por lo que trato de que mi clase sea interesante y amena. Reviso los casos de estudio que pondré en la clase siguiente. Entre un caso de análisis financiero y otro, chequeo que la tarea de Psicolinguística o de Ciencias Naturales estén bien hechas. Dispongo de la cena.

Entre las diferentes tareas del día, saco tiempo para planificar la comida, hacer compras, pagar el agua, luz y teléfono, grabar un CD con música, hablar con los profesores de los niños, hablar con mis amigas, llamar a casa de mis padres para saber cómo están.

Voy a clases de música pues tengo que “sublimar” esta vocación frustrada después de adulta. Acudo brevemente a una reunión del comité de Recaudaciones del Voluntariado. Esa misma tarde tenía otro compromiso pero decido que no puedo llevar tantos “cartones”.

Llegó la noche y con ello la hora de pretender. Pretendo que no estoy cansada y preparo de cenar a los niños, veo que se bañen y pongan la pijama. Pretendo que no he hecho nada durante el día para sentirme “joven, bella y aplaudida” y no mostrar los sinsabores del día. Corro hacia la computadora para chequear mi Facebook (féisbuk).

Termino de armar las funditas del cumpleaños, practico algunos acordes de guitarra y una canción de las que me gustan “Yo vengo a ofrecer mi corazón” o “Hoy quiero dar gracias” para botar el golpe. Talvez tenga tiempo para ver un pedazo de mi serie favorita Law and Order SVU o ver un episosio repetido de Sex and the City imaginándome que soy la más intrépida de los personajes de esa serie (Samantha Smith). De paso hay que chequear los noticiarios para ver en qué andan las tormentas y huracanes intercalando esas noticias con las convenciones demócrata y republicana. Parece que Palin le dió el "palo" a Obama.

Mañana tengo reunión del voluntariado a primera hora… debo tener los contenidos de las charlas listos, el programa y las minutas listas. Ya debo ir buscando un sustituto para el sábado en la mañana para el juego de pelota del equipo de mi hijo, ya que asisto al manager porque – aparte, también soy coach de baseball para mi hijo - estaré en la convivencia. Rezo para que no llegue ninguna invitación de cumpleaños o de reuniones en la semana.

Doy gracias a Dios porque tengo salud para todo eso y porque soy hiperactiva pero me reprocho a veces porque creo que todavía siento que pierdo el tiempo…

lunes, 1 de septiembre de 2008

Todavía quedan ángeles

Hoy al mediodía, mientras iba de camino a buscar a los niños a la escuela, el policía de tránsito detuvo los vehículos para permitir que dos ancianitos, agarrados de mano de dos jóvenes, pudieran atravesar la calle. A esa hora tan congestionada, me imagino que los pobres ancianitos tenían rato en la calzada, esperando atravesar la calle. Cuando pude avanzar, pasé al lado de los viejitos y reduje la velocidad para ver la escena, los abuelitos apenas podían caminar y parecían salidos de una convalescencia en algún hospital cercano. Las jóvenes, en cambio, se veían rozagantes y llenas de energía, tenían unos peinados extravagantes, ambas con sus ropas bastantes ceñidas a sus cuerpos. Lo que me llamó la atención era ver que esas dos muchachas, que más bien parecían de la “vida alegre”, fueron las que tomaron a los ancianitos de la mano para ayudarles a cruzar. Ví que los viejitos les dieron las gracias y las chicas se devolvieron a cruzar la calle nuevamente, puede ser que para volver a sus ocupaciones normales.

Seguí de largo con el pensamiento de que las buenas acciones no son exclusivas, de que los ángeles pueden estar en todos lados con distintas vestimentas, y de que, no todo está perdido dentro de tanto egoísmo y falta de solidaridad. Este paréntesis alegró el resto de mi día y pude enfrentar los irrespetos del tránsito y las malas noticias de manera estoica en lo adelante.